La historia del automóvil comienza en la década de 1880 con pioneros alemanes como Karl Benz y Gottlieb Daimler, que logran desarrollar los primeros vehículos fiables a gasolina, relevo de los tradicionales vehículos a vapor y electricidad. No obstante en el periodo 1890-1910 será Francia el líder de la industria automotriz a nivel mundial. En particular el constructor De Dion-Bouton hacia el año 1900 era el fabricante con la mayor producción a nivel mundial.
En la sala de Veteranos destacan a la entrada los coches que hacían la competencia a Rolls-Royce, como el italiano Isotta Fraschini, el francés Delaunay Belleville, el favorito de los zares y el español Hispano-Suiza, al que el rey Alfonso XIII dio nombre a un modelo.
Los carruajes, carroza y diligencia expuestos son los ancestros de los centenarios Peugeot, Gladiator y Renault, fabricados por los mismos carroceros que se reconvirtieron para diseñar “coches sin caballos” con gran oposición al principio ya que el caballo era el secular modo de tracción. Concebidos inicialmente como objetos de lujo, se hizo accesible a un mercado más amplio gracias a la iniciativa de Henry Ford, cuyo modelo Ford T fue el primero en ser fabricado en una cadena de montaje.
En los años veinte la industria carrocera inspiró el estreno de los concursos de elegancia y de automóviles, en los que las actrices más célebres vestían sus fabulosos vestidos a bordo de inalcanzables coches. Por otro lado, las informales carreras organizadas a finales del siglo XIX desembocaron en la competición del Grand Prix, precursor del Premio Fórmula I, donde las marcas se jugaban su prestigio poniendo a prueba los avances técnicos de los vehículos.