El arte de conducir un Rolls-Royce

O como seguir manteniendo diferencias a bordo de un Rolls Royce conducido, como no podía ser de otra manera, por un chófer titulado en la « Rolls-Royce Chauffeur’s School » situada en la antigua sede de la firma británica, en Crewe. Tras una corta estancia y el pago de una cuota de 3000€ se recibirá una formación que incluye normas de etiqueta, tests de conducción y mecánica y hasta instrucción policial.
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Además del coche uno ha de saber conducirse con amabilidad y
discreción, escuchar sin oír y no importunar a los pasajeros, siendo invisible para no molestar su visión y rodear siempre el coche por la parte trasera. Igualmente el chófer debe ser capaz de cambiar una rueda sin que ningún ocupante deba abandonar el habitáculo.
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El mantenimiento también afecta a la limpieza que en ocasiones raya en la más absoluta meticulosidad como es el caso de las láminas de la calandra, que se limpian…con un cepillo de dientes! Los coches también debían superar pruebas algo excéntricas como es el caso de la llamada « prueba de la moneda » que consistía en mantener erguida una moneda situada de canto sobre el motor arrancado, so pena de ser desmontado para su posterior reconstrucción
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Pero el respeto no se agota en los pasajeros ya que un chofer impecable nunca debe situarse delante del « Espíritu del Éxtasis » por respeto a la marca. Pero no todos los modelos eran destinados a ser conducidos por un chófer. La Torre de Loizaga alberga una nutrida representación de los llamados « Baby Rolls », contemporáneos de la muy respetable sección Phantom, destinados a profesionales liberales ajenos a la ostentación que gustaban de conducir sus propios vehículos, tal es el caso del « Rolls-Royce 20 HP Doctor’s Coupé »con asiento de la suegra o ahítepudras incluido
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